domingo, 22 de enero de 2012

¿Hasta dónde llegaría un profesor?

Cuando las cosas han ido bien, a los profesores no les ha ido igual de bien que al país... Los sueldos nunca han subido al nivel del IPC (del que nos cuentan, no del real); ha habido distints congelaciones alegando diferentes motivos (reales o no, más o menos creíbles - sobre todo comparándolo con el momento actual), todo lo han justificado con "tienen demasiadas vacaciones", etc.
Sin embargo, nadie se ha planteado otros factores comparativos: en educación no se suelen hacer regalos profesionales (como en otras profesiones: médicos, periodistas, informáticos, departamentos de compras de la empresa que sea...); en educación no cabe la opción de vacaciones pagadas o congresos como "invitado" en un país extranjero...
Ahora, que ha llegado la crisis "de verdad" vemos unos primeros aspectos curiosos y cómo reaccionas distintas partes de la sociedad:
- Colegios donde dejan de suministrar papel higiénico y la solución parece fácil: que cada cual se lleve su papel higiénico o alternativa. "arrimar el hombro entre todos".
- Colegios donde se deja de poner la calefacción (o se limita su horario de uso), la gente va más abrigada cuando ya lo sabe, incluso, acude con mantas (aunque hayamos visto cómo el alumno que fotografió esta situación y la subió a una red social fue sancionado desde el centro).
- Colegios donde se limita, controla o pone pegas a la adquisición y/o uso de material: fotocopias, hojas de exámenes, libros complementarios, diccionarios, cartulinas, rotuladores o lápices de colores, pegamento, tijeras...
- Hay centros donde la compra de nuevos materiales, por descontado, ha quedado reducida a cero. Lo puedo entender, que se haga lo que se pueda con lo que ya hay.
Sin embargo, empezamos a ver que en algunos centros de levante empieza a haber problemas con el pago de las facturas de la luz. Esto lleva a plantear determinadas dudas con difícil resolución aparente:
- Si se corta la luz de un centro educativo, pensando en los horarios ordinarios (diurnos), no parece que pueda afectar mucho. Pero la luz no afecta sólo a las clases, sino también a pasillos sin luz directa, escaleras sin ventanas, sótanos donde pueden ubicarse laboratorios, cafeterías, gimnasios, aseos... También afecta a clases con mala ilumniación en determinadas zonas, iluminación artificial para compensar reflejos en la pizarra (con la consiguiente persina bajada, o no), iluminación artificial complementaria para determinadas asignaturas: plástica, física, un día oscuro (muy nublado, una tormenta fuerte)... Todo esto pensando desde la enseñanza de nuestra época.
Pero pensemos en lo que piensa la educación moderna: se están implantando las nuevas tecnologías: presentaciones de diapositivas (con necesidad de un ordenador), clases de informática, tecnología de la información (con un ordenador de forma más o menos directa), presentación con transparencias, uso de la pizarra digital (en algunos centros ya han desaparecido las pizarras de tiza o rotulador), explicación en el aula de audiovisuales (vídeo, DVD, conexión a internet), alguna actividad en el salón de actos (normalmente sitios poco iluminados o sin ilumniación natural)... todo esto, que cada vez más es una exigencia de los planes de estudio y de las programaciones, presenta una dificultad visible si las empresas competentes decidieran cortar la luz a ese centro educativo.
¿Estamos preparados para volver a la educación de pizarra, voz e iluminación con velas? ¿Cómo justificaremos este cambio? ¿Cómo podrá un profesor sometido a esta presión externa competir por la atención de los alumnos que tienen los estímulos de las nuevas tecnologías en casa?
Ante todo, pensemos que la educación que demos a los alumnos de hoy será el cultivo de la sociedad del mañana: los que nos gobernarán y los que pagarán nuestras pensiones (si no cambian demasiado las cosas).

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