domingo, 29 de mayo de 2011

Lo confieso: soy celiaca ¿y qué?

A veces te sientes un poco rara por algo ajeno a ti misma: no poder comer cereales con gluten. Menos mal que alguna gente empieza a entender que no es una enfermedad contagiosa, no tienes porqué dar lástima, ni estar marginada socialmente y puedes hacer vida normal.
Alguna gente te mira raro cuando sales a comer fuera como esperando un "a ver qué pide ésta". Otros te miran con pena cuando pides una ensalada y un lo-que-sea a la plancha... pero se sorprenden a verte comer un flan casero o un helado de postre.
Un primer viaje en grupo es una gran experiencia: muchos no se atreven a preguntarte qué puedes comer o qué no, pero tampoco les parece "educado" darte el marrón de preparar las comidas y hacer la compra tú solita... al final, después de la primera visita a una gran superficie se dan cuenta de que limpiamos con los mismos productos, las verduras, las frutas, la carne y el pescado se pueden compartir (¡faltaría!) y tan solo compras un pan y algo para el desayuno diferente a los demás... pero el resto es igual.
Y a la hora de prepararlo, descubren que cenar huevos fritos con patatas, o cinta de lomo, o filete, o tortilla de patatas no supone ningún problema y no requiere una doble preparación por este motivo... a veces sí porque seamos muchos y se tengan que hacer 2 o 3 tortillas, pero con los mismos ingredientes y proceso de cocinado.
Ser celiaco no supone un cambio radical en la vida. Impone un poco de atención al hacer la compra (sobre todo cuando antes las marcas te habían dado igual) y leer las etiquetas (al principio pierden un montón de tiempo en muchos alimentos y te sorprendes de la de cosas que llevan muchos alimentos sin que le encuentres explicación). Pero cuando te acostumbras, aprendes las marcas, los logotipos, las tiendas o supermercados que tienen muchos productos aptos, se hace la compra con la misma tranquilidad que antes, a la misma velocidad y con los mismos inconvenientes que el resto del mundo mundial.
Sí es verdad que salir de viaje (aunque sea por un día) implica un poco más de logística que antes: llevas pan (yo no soy muy aficionada, pero nunca está de más), comida de sobra "por si acaso", mirar en internet si hay algún sitio de comida sin gluten, miras las cartas de los sitios de comida típica, buscas supermercados concretos en la zona más próxima o en el camino (para viajes largos, para un día o un fin de semana te llevas los desayunos y el pan de casa, y punto)... pero por lo demás, no hay un cambio de vida radical.
La gente se acuerda de ti el Día de la Celiaquía (27 de mayo) y muchos aprovechan para preguntarte cómo lo llevas, qué te da pena comer, si no hay algún medicamento milagro que te permita comer pan...
Otros te llaman agobiados (comprensible y se agradece la preocupación) si vas a comer en su casa a preguntarte qué puedes comer, cómo lo preparan, te leen algún listado de ingredientes que les hace dudar...
Ahora, con internet, hay un montón de foros, recetarios, experiencias compartidas, recomendaciones, advertencias... que facilitan la vida y ofrecen nuevas oportunidades de cocina, comida, viajes... a los celiacos.

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